En 1894 los círculos aristocráticos de Madrid se vieron sacudidos por la noticia de que uno de los suyos, Fernando Díaz de Mendoza, conde de Balazote y de Lalaing, marqués de Fontanar y dos veces Grande de España, se disponía a convertirse en actor profesional. El escándalo aún fue mayor cuando el aristócrata, viudo en primeras nupcias de una hija del general Serrano, anunció en 1896 su matrimonio con la gran diva de la escena española: María Guerrero.
La unión tanto artística como privada fue un éxito absoluto y sola la muerte de María, en 1928, rompió la pareja. Del matrimonio nacieron dos hijos, Fernando y Carlos. De María se cuenta una anécdota que la define perfectamente. Por lo visto estaba en la tradicional tertulia que seguía a cada función cuando sintió los primeros dolores del parto. Sin inmutarse, se levantó y dijo: "Espérenme ustedes un momento que voy a dar a luz y vuelvo enseguida".
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