Carlos VII de Francia pasó a la posteridad por contar con la ayuda de Juana de Arco, pero, además por su extrema prodigalidad. Entre las diversas maneras de que se sirvió para agotar las arcas reales, destacaban las fastuosas fiestas a las que invitaba a la corte en pleno. En una ocasión, durante uno de sus pantegruélicos banquetes, preguntó al general Ponton de Xaintrailles:
- ¿Qué le parece la fiesta?
- ¡Fantástica! - respondió el militar - No puede imaginarse forma más divertida de perder un reino.
Tampoco es eso, monsieur Ponton, que una fiestecita de vez en cuando no está de más y hasta los pobres nos las permitimos.
Este rey murió de inanición y hambre, dejó de comer por temor a ser envenenado.
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