Napoleón Bonaparte admiraba profundamente al genio de Leonardo da Vinci. Amante como era de su pintura, decidió reservar el goce de contemplar La Gioconda para su intimidad y no tuvo mayor ocurrencia que colgarla de la pared de su cuarto de baño.
Es posible que de ahí venga, el colocar en muchas toilettes de establecimientos públicos las damas y caballeros, mediante la reproducción de cuadros célebres.
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