El filósofo griego Diógenes criticó siempre el lujo y la corrupción y pasó los últimos años de su vida como un mendigo para dar ejemplo de austeridad y humildad a sus concioudadanos. Enterado de ello Alejandro Magno acudió a expresarle su admiración y le encontró tomando el son en una plaza pública.
-Yo soy Alejandro, el gran rey.
-Pues yo soy Diógenes, el gran can.
Entonces Alejandro le preguntó por qué lo apodaban así y Diógenes respondió:
-Porque halago a los que dan, ladro a los que no dan, y muerdo a los malos.
Parece ser que Alejandro quedó impresionado por Diógenes.
- Dime que deseas y te será concedido.
Consecuentemente con sus principios, Diógenes le contestó:
- Apártate un poco y no te interpongas entre el sol y mi persona.
Le preguntaron un día a Diógenes cuál era la mejor hora para comer, y respondió:
-Si eres rico, cuando quieras; si eres pobre cuando puedas.
Viendo que el hijo de una meretriz andaba entretenido en tirarle piedras a la gente, Diógenes le gritó:
-Muchacho, no tires piedras a los desconocidos, no le vayas a dar a tu padre.
Le preguntaron qué mordedura de animal hacía más daño, y él respondió:
-De los salvajes, la del calumniador; de los domésticos, la del adulador.
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