La nieta favorita de Augusto, Agripina la Mayor, fue una mujer tremendamente ambiciosa. Decidida a conquistar el poder, apoyó las aspiraciones de su marido, Germánico, a suceder a Tiberio, y cuando éste murió en Antioquía aprovechó la coyuntura para valerse de su prestigio y lanzarse ella misma a la arena política.
Para conseguir el refrendo popular, organizó una perfecta puesta en escena para el regreso de las cenizas de Germánico a Roma. Así, al llegar al puerto de Brindisi, donde le aguardaba una gran muchedumbre, salió a cubierta cual Némesis rediviva, con la urna funeraria entre las manos y rodeada de su numerosa prole. El camino hasta llegar a la capital del imperio fue un auténtico baño de masas y Agripina se convirtió en una figura emblemática para los descontentos del gobierno de Tiberio.
Se dice que su carácter era tan fuerte que el mismo emperador la recriminó en público diciendo: "Si no puedes mandar, te ofendes".
Y tanta ambición le costó la vida. Promovió un golpe de estado que le valió el destierro a la isla Pandataria y allí se dejó morir de hambre legando a la posteridad la leyenda de una ambición imparable.
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