Agnes Sorel amenizó con su compañía la madurez de Carlos VII de Francia.
La favorita que con sus pronunciados escotes, sus atrevidos peinados y su intervención en los asuntos de Estado había escandalizado a la corte, acabó por convertirse, gracias a sus buenas maneras y a su belleza, en una heroína nacional. Su gesto de donar a la catedral de Notre Dame de Loches una imagen de plata en la que se le representaba como Santa María Magdalena se interpretó como un gesto de arrepentimiento y, poco después, el mismo Jean Fouquet la tomó como modelo para su cuadro La Virgen de Melun.
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